VIOLENCIA FAMILIAR

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jueves, 27 de enero de 2011

Ayudan a mujeres agredidas sexualmente

Ayudan a mujeres agredidas sexualmente

Un programa interdisciplinario de la FES Iztacala les enseña las habilidades necesarias para reintegrarse de manera exitosa a su vida cotidiana
Jueves 27 de enero de 2011 El Universal Comenta la Nota



Primero son las agresiones en la calle; después, el hostigamiento en la escuela o el trabajo; a continuación, el abuso sexual (antes de los 18 años); y, finalmente, la violación, la violencia durante el noviazgo, la violencia familiar, el feminicidio...
Para combatir esta oscura pero ineludible realidad, desde 1988 opera, en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, el Programa Interdisciplinario de Atención a la Violencia Sexual y los Estudios de Género (PIAV).
“Que las víctimas a las que atendemos sean mujeres no significa que éstas son vulnerables por su condición femenina, sino por ciertos ‘arreglos’ culturales que las colocan en ese estado de vulnerabilidad”, asegura la doctora Patricia Valladares, coordinadora del mencionado programa.
La atención que se brinda en este programa universitario, localizado en la Clínica Universitaria de la Salud Integral (CUSI) de la FES Iztacala, consta de un procedimiento sistematizado, cuyo objetivo es que las mujeres agredidas enfrenten con éxito las secuelas de ese tipo de violencia.
“Cuando una mujer es víctima de un delito sexual (abuso, hostigamiento, violación, etcétera), se encuentra en un estado de crisis cuyo grado depende de la gravedad del atentado. Así, además de atenderla específicamente en ese estado, hay que resolver otros aspectos colaterales, como ayudarla a prevenir una enfermedad de transmisión sexual o un embarazo, y acompañarla a levantar la denuncia legal ante la autoridad competente”, explica la psicóloga.
Para ello se han establecido convenios de colaboración con el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), la Procuraduría General del estado de México y los centros de atención a la violencia sexual cercanos a la FES Iztacala.
Posteriormente, la persona regresa a la CUSI, donde adquiere, mediante un método terapéutico de ocho semanas, habilidades para reintegrarse de manera exitosa a su vida cotidiana; es decir, aprende a superar miedos y estados de angustia, a defenderse y a poner límites en las relaciones nocivas.
En una etapa final, los especialistas del PIAV le hacen un seguimiento hasta que la dan de alta.

Prejuicios
De acuerdo con Valladares, la violencia de género es todo acto u omisión que causa algún daño físico, psicológico o económico a las mujeres.
“En primer lugar está lo que les ocurre a las mujeres, por el sólo hecho de ser mujeres, cuando salen a la calle: reciben insultos o toqueteos, cosa que no les sucede a los hombres. En esto se ve claramente el concepto de género. Detrás de esas conductas se encuentra la ideología que permite y promueve la violencia contra las mujeres”, apunta.
De ahí que la psicóloga crea que, para superarla, la violencia de género debe abordarse de manera integral, esto es, desde su aspecto ideológico hasta su aspecto administrativo, pues la mayoría de las personas, hombres y mujeres, aún piensa que no es un asunto que tenga que ser atendido socialmente.
“Se ven prejuicios al respecto: si una mujer tiene problemas con el novio o el esposo, se le dice: ‘bueno, se van a arreglar, pasa hasta en las mejores familias, no es para tanto, dale otra oportunidad’. Esa idea de que ‘no es para tanto’ banaliza la violencia de género”, indica la académica universitaria.
Por lo que se refiere a los funcionarios y empleados de las instancias judiciales, la especialista considera que refuerzan también esos prejuicios.
“Al minimizar el problema, aparece en ellos una falta de sensibilidad y atienden de manera deficiente, con tardanza, maltratos y corrupción, los casos de agresiones a mujeres”, dice.
El grupo de los psicólogos del PIAV ha visto que las personas encargadas de llevar los casos de violencia de género en las instancias legales pueden llegar a padecer el llamado síndrome de burnout o de desgaste profesional: “se queman” y se bloquean.
“Tratan mal a la gente no porque quieran hacerlo, sino como un mecanismo de defensa. Se vuelven distantes y hacen mal su trabajo porque atender casos de violencia resulta impactante. Se enteran de cosas horrendas, como violaciones a menores de dos años y hasta de crímenes. A todo esto hay que añadir la ineficiencia natural de nuestro sistema judicial, con procesos tardados y desgastantes”, comenta Valladares.

Atención más amable
Una de las principales actividades de los integrantes del PIAV consiste en enseñarles a las víctimas sus derechos legales y humanos y, en no pocas ocasiones, a denunciar al violador, así como al agente del Ministerio Público y al médico legista, por sus omisiones lindantes con la corrupción.
Por cierto, se debe destacar que, como consecuencia de estas omisiones, en algunas procuradurías de Justicia del país ya se ofrecen cursos de capacitación para el personal que atiende casos de violencia de género.
“Puede decirse que, en la medida en que haya más funcionarios sensibles y comprometidos, se podrá ofrecer una atención más amable a las víctimas”, asegura Valladares.

Infraestructura académica
Uno de los ejes del quehacer académico del PIAV es la investigación. Los análisis sobre la violencia de género se insertan en los proyectos de tesis de los estudiantes que participan en él.
En esos proyectos se abordan a fondo temas tales como hostigamiento y abuso sexual, violencia durante el noviazgo, empoderamiento, masculinidad, diferencias entre hombres y mujeres, violencia masculina y violencia de pareja, entre otros.
Asimismo, los futuros psicólogos reciben en el PIAV entrenamiento de alto nivel que les permite salir al mercado profesional sólidamente preparados.
Para fortalecer sus líneas de investigación, los académicos del PIAV tuvieron que ahondar en los estudios de género, debido a lo cual se estableció una relación académica con el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), con el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), y con el Instituto de Investigaciones Jurídicas, todos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“De este modo, estamos cumpliendo nuestra tarea académica y de asistencia social. Ahora queremos ahondar en las líneas de investigación que hemos propuesto, a fin de estar en la posibilidad de plantear políticas públicas en contra de la violencia, sin soslayar nuestros programas de preparación de terapeutas, dirigidos a estudiantes provenientes de las carreras de Psicología, Derecho y Trabajo Social”, dice Valladares.

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